Novela negra nórdica: Jo Nesbø
En
Noruega el 93% de la población ha leído un libro (o más) en el último
año. Dan mucha envidia. Una sociedad que lee es más exigente y tiene más
capacidad de progresar.
Jo Nesbø, es noruego, de 59 años, de madre librera; iba para futbolista, pero se topó con una lesión.
Este escritor es uno de los autores más vendidos en el mundo. La clave de su éxito radica fundamentalmente en su policía Harry Hole: fuma, es un
alcohólico de esos que tiene resaca para varios días, un liante, un
cabezota insoportable y arrogante. Y el mejor investigador. Mide un
metro noventa de estatura. Lleva tejanos y botas doctor Martens. Es un
personaje más norteamericano que el triste Wallander (de Henning
Mankell), es un poco borde y gamberro; pero honesto, visceral e
incorruptible. A la persona que más ama es a su hermana, que tiene
síndrome de Down. Sus problemas nos duelen; es un tipo que atrae a los
lectores, sin duda.
En
las novelas de Nesbø hay más sangre y crueldad que en otras novelas
nórdicas. En sus relatos no hay piedad: hay morbo. Harry Hole cada vez
se parece más a sus asesinos. Tiene un estilo un poco a lo Jim Thomson:
La gente bebedora bebe en cualquier parte. Por ejemplo en el Malik.
Es una lectura recomendable, con profundas reflexiones. Dice en Némesis:
El
ser humano es el único ser vivo que practica la venganza. La venganza
forma los cimientos de la civilización: la promesa del “ojo por ojo”, de
que el pecador arderá en el infierno, de que al malvado lo colgarán en
la horca… La lógica de la venganza ha creado el Estado de derecho.
Aunque para los lectores españoles los nórdicos representan una dificultad añadida. Por ejemplo, se dice en un pasaje: “Sonó el teléfono. Era Beate”.
¿Es hombre o mujer? El traductor tampoco te deja pistas. Porque nos
suenan algunos nombres femeninos como Astrid, Grethe, Cathrine y poco
más. No es como Lola, Carmen o Pilar que sabes que son mujeres. Y no
digamos los apellidos o los nombres de las calles (Grønlandsleiret,
Bogstadveien) que para nada animan a aprender noruego.
Las tres novelas que he leído de este autor (Petirrojo, La Sed y la citada Némesis,) tienen 568
páginas. Cada novela. ¿Cómo consigue Nesbø que sus historias se
alarguen más y más? Pues de manera tramposa. Con digresión, apartándose
innecesariamente del asunto principal. La trama de estos libros ya se ha
resuelto prácticamente antes de la página 300. Y luego, el autor rompe
el hilo de la narración ––haciendo un quiebro–– y nos lo alarga hasta
la página 520, con lo que es otro asunto. Y la única disculpa que nos
ofrece es que afecta al mismo Harry.
Ello
requiere un interminable desfile de personajes menores y detalles
inútiles sobre otros detalles inútiles, fatigando al lector, que sólo
ansía que el tocho se acabe. Son circunloquios, desviaciones y
paréntesis. Y así, aparecen una interminable serie de policías que van a
la suya: Waaler, Oystein, Gunnerud, Thommesen, Moller, Weber, Yvarsson…
absolutamente sobrantes para otra cosa que no sea prolongar la
narración.
Les aseguro que no es una fobia personal. Una muestra:
Sintió
ganas de echarse a llorar. La luna salió a través de una brecha de la
capa de nubes. Tenía ganas de darse un cabezazo contra la pared. Le
dolía la cadera. Quería abrir una botella de Jim Beam rompiéndole el cuello y beber alcohol y trozos de cristal…
Podría
haberlo hecho más largo, ya puestos: comerse una manzana sin pelar,
romper el farol del paseo, ver las estrellas brillantes, frotarse el
anillo de casado, escalar por el canalón hasta la ventana, etc., etc.
etc.
Desde luego me parece mucho mejor que Stieg Larsson (el sobrevalorado autor de Millennium. Aquél
escritor que ––hace unos veranos–– resultó ser de los autores con más
exagerada aceptación crítica que he visto en toda mi vida.
Afortunadamente, el tiempo suele colocar a cada uno en su sitio). No me
cabe la menor duda de que Jo Nesbø es un escritor interesante,
aunque abusivamente extenso en sus novelas. Pero aquí ya tocaríamos
asuntos de modas editoriales y tendencias.
Dejaremos ése tema para otra ocasión.
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